
Sobre este tema nos habla ahora Annie Leornad, creadora de The Story of Stuff (La historia de las cosas), un proyecto que antes produjo cortos sobre la insostenibilidad del sistema de producción y consumo actual, el impacto ecológico del agua embotellada y los tóxicos presentes en los productos de belleza.
En The Story of Electronics (La historia de los productos electrónicos), Leonard denuncia la nefasta práctica de la industria de fabricar productos "diseñados para la basura", con ciclos cada vez más cortos de vida útil.
Esto se logra de dos modos: por un lado los aparatos están hechos para no ser reparados. Es decir, que en caso de descomponerse, resulte más barato comprar uno nuevo que llevarlo a un taller. Y por otro, anunciando nuevos modelos con cambios mínimos, y convenciendo a los consumidores de que cambien su "viejo" teléfono o computadora por una nueva, aún y cuando su vida útil no haya terminado.
Gracias a este sistema de producción y consumo, solo en lo Estados Unidos este mes de noviembre los consumidores gastarán más de ocho mil millones de dólares en productos electrónicos.
Según sustenta Leonard, esta práctica conlleva un enorme costo ambiental en comunidades desde el Congo hasta Indonesia en donde la minería de metales es devastadora. Además, el ensamblaje de los aparatos requiere de enormes cantidades de agua y energía y expone a los trabajadores a una gran cantidad de químicos tóxicos.
Luego, están las montañas de basura electrónica que se genera. En los Estados Unidos se desechan 400 millones de artefactos electrónicos cada año. De esta cantidad, solo un 20 por ciento se recicla y el resto va a parar a los rellenos sanitarios o se incineran, causando problemas de contaminación en el aire y el agua.
El reciclaje tampoco es la gran solución. Este tipo de desechos se exporta a Asia y África en donde "reciclar" consiste en extraer pequeñas partes de metal útil (que contaminan a los trabajadores) y el resto termina en la basura.
¿La solución? Por supuesto no se trata de dejar de producir estos bienes. Pero sí de hacerlo de manera responsable. El proyecto de Annie Leonard propone tres principios básicos:
Háganlos seguros.
La idea es utilizar muchos menos productos tóxicos, algo que ya está siendo puesto en práctica por algunas compañías y con legislación aprobada en Europa que prohíbe la utilización de ciertos componentes en los productos que allí se venden.
Háganlos durar
Las compañías pueden fabricar productos que sean más durables y de manera que se puedan actualizar y mejorar con la adición o el reemplazo de las piezas necesarias, y no de todo el producto.
Llévenselos de vuelta
Con este principio se busca la aprobación de leyes para que las compañías no se laven las manos y hacerlas responsables por su práctica de diseñar productos para la basura.
Por supuesto, la responsabilidad individual, como consumidores, es también importante. No caer en la trampa de cambiar o deshacernos de productos que todavía funcionan y darles un mejor uso, es un buen comienzo.
3 comentarios:
Estimado Ronal: el colmo es el caso de las impresoras.Comprás una y cuando se te acabn los cartuchos de tinta, resulta que éstos cuestan más que la impresora. Entonces, cada vez que se te acaben los cartuchos, te resulta lo mismo comprar una nueva.
Buen ejemplo Roncahuita, es una verdadera irresponsabilidad.
yo hace tiempo que tengo aparcada mi impresora, no la uso nada mas que para lo estrictamente necesario, creo que es una autentica verguenza todo lo relacionado con este aparato en concreto.
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