
Delgado aseguró haber visto buenos programas desaparecer por la falta de pauta publicitaria. Esto nos lleva a una importante interrogante: ¿cuánto de lo que vemos, escuchamos y leemos en los medios de comunicación está determinado o influenciado por los intereses de los anunciantes?
Jean Kilbourne, escritora y conferencista de prestigio internacional, en su libro Can´t buy my love (No puedo comprar mi amor) describe la publicidad como el aspecto de mayor relevancia en los medios de comunicación masivos.
De ahí que los programas de televisión más exitosos no sean, necesariamente, los de mejor contenido, si no los que ofrecen la mayor cantidad de espectadores a los anunciantes. Cadenas como MTV se presentan a sí mismas como el lugar de los rebeldes y los disconformes, mientras venden su audiencia a los anunciantes como el lugar donde habitan millones de conejitos de india dispuestos a comprar lo que les digan.
Cartoon Network, por ejemplo, le ofrece a sus anunciantes cifras difíciles de resistir. Los niños influyen en los gastos anuales de sus padres en más de 130 mil millones de dólares y los propios menores gastan 8 mil millones de su propia bolsa. No en vano los juguetes que se anuncian durante los programas infantiles están basados en los personajes de esos mismos programas. Igual sucede con los juguetes de los menús para niños que se utilizan como "gancho" en los restaurantes de comida rápida.
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Los niños se usan como "agentes" de ventas |
En palabras de Kilbourne, (los niños) "no solo están influenciando las compras presentes, están desarrollando lealtad de marca y el inicio de una adicción al consumo que servirá de mucho a las corporaciones en el futuro."
En cuanto a los periódicos, la autora asegura que estos medios están más en el negocio de vender un mercado meta a los anunciantes, que en el de darle a la gente noticias, y cita un anuncio de página entera en el New York Times dirigido hacia ellos: "Algo gracioso ocurre cuando la gente termina de leer el periódico. Ellos (los lectores) comienzan a gastar dinero."
Las revistas, dice Kilbourne, no son otra cosa que catálogos de productos con menos de la mitad de contenido editorial que, dicho sea de paso, también está al servicio de los anunciantes.
Con esto en mente, nos asalta de nuevo la interrogante:¿Cuánta de la información que vemos, leemos y escuchamos en los medios está permeada o alterada para complacer los intereses de los patrocinadores, sin que nosotros los consumidores lleguemos a percatarnos?
Como bien argumenta Jean Killbourne, los seres humanos antes solíamos ser influenciados primariamente por las historias de nuestra comunidad, no por las historias fabricadas en masa con la mira en el mercado.
George Gerbner, un investigador de la influencia de los medios, lo resume de la siguiente manera.
"Por primera vez en la historia de la humanidad, la mayoría de las historias acerca de la gente, la vida, y los valores, no están siendo contadas por los padres, las escuelas, iglesias, u otros en la comunidad que tienen algo que decir, sino por un grupo distante de conglomerados que tienen algo para vender. Las historias que más influencian a nuestros niños hoy en día son las historias contadas por los anunciantes."