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Ricos por fuera, malos por dentro |
Galletitas, helados, papitas fritas, repostería, pan…la lista de alimentos que podrían estar elaborados con grasas trans es extensa, y lo que es peor, sin que el consumidor lo sepa.
La distinción solo es posible en los productos etiquetados siempre que en la lista de ingredientes aparezca manteca o “aceite hidrogenado y/o parcialmente hidrogenado”.
Trans es el término con que se conoce a los ácidos grasos derivados de un proceso de hidrogenación que transforma los aceites vegetales -líquidos por naturaleza- en grasas sólidas.
A la industria y la gastronomía le resulta muy conveniente utilizar este tipo de grasa, pues mejora el sabor y consistencia de los alimentos y logra que se preserven por más tiempo.
Las cadenas de comidas rápidas celebraron el advenimiento de las grasas trans y así se dio su ingreso masivo en restaurantes, y en la preparación de todo tipo de galletas, panes salados, dulces, repostería, helados, algunos cereales, así como sustitutos de leche y algunos aderezos.
El problema, como suele ocurrir, es que lo bueno para la industria y la economía, no lo es tanto para el consumidor. Estudios posteriores revelaron que la ingesta de grasas trans, además de aumentar el llamado “colesterol malo” y los triglicéridos, también contribuye a la reducción del colesterol bueno en el organismo, con lo cual se duplica el riesgo de sufrir enfermedades coronarias a edad temprana.
Otra mala noticia es que aumenta los niveles de azúcar en la sangre y crea resistencia a la insulina. Es decir, que una dieta rica en grasas trans también puede contribuir al desarrollo de la diabetes.
La mala reputación de las trans llegó a oídos de la Organización Mundial de la Salud y siguiendo una directriz de este órgano rector algunas ciudades como Nueva York, y el estado de California en los EE.UU prohibieron su utilización en restaurantes, pizzerías y panaderías. En Dinamarca se establecieron penas con multas de hasta dos años de prisión para quienes ofrezcan productos que contengan este tipo de grasas.
En nuestro país, en mayo de este año la Sala Constitucional acogió favorablemente un recurso de amparo presentado por una ciudadana y emitió una orden al Ministerio de Salud para regular y vigilar el uso de las grasas saturadas y grasas trans en los alimentos que venden establecimientos de comida rápida.
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Las grasas trans son comunes en repostería |
La Sala también ordenó al Ministerio de Salud a realizar inspecciones periódicas en establecimientos comerciales para vigilar el uso correcto de grasas y aceites en la elaboración de los alimentos y realizar campañas de educación e información sobre los perjudiciales efectos de las grasas trans en la salud de las personas.
Mientras eso sucede, y a sabiendas de que en materia de inspección siempre faltan recursos y personal (sin contar la falta de voluntad política y los casos de corrupción) es probable que sigamos consumiendo grasas trans, sin siquiera saberlo, por mucho tiempo.
Ahí estarán ocultas en las loncheras de los estudiantes, en los productos que se expenden en los supermercados y en las sodas escolares, en el desayuno, almuerzo y café de la tarde y, por supuesto, en las cajitas “felices” que, además de un juguetito, también traen consigo un ingrediente con el potencial de bloquear las arterias de nuestros cada vez más “alentados” chiquillos.
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