domingo, 31 de enero de 2010

¡Mataron al monstruo!

El cambio de mascota del Saprissa ha agitado las redes sociales en donde los aficionados han puesto el grito al cielo por lo que consideran una afrenta a uno de sus más queridos símbolos: el monstruo.
La decisión de Jorge Vergara de reemplazarlo por una versión más moderna activó una gran variedad de foros en Internet como Sapriforo.com de TV Monstruo Conejitos Suicidas con un post titulado Saprissa deja de existir, y en los populares Facebook y Twiter.
Una página de Facebook Quiero de vuelta al verdadero monstruo de Saprissa lleva ya más de mil seguidores y contando…
Los comentarios de los indignados seguidores de la divisa morada pone de manifiesto la distancia que existe entre la visión netamente comercial de Jorge Vergara, dueño y señor del equipo, y la lealtad y romanticismo con que los aficionados al fútbol valoran los signos externos del equipo de sus amores.   
“Una basura”, “Una falta de respeto”, “blasfemia”. Así y más gruesos son los epítetos con que los fieles morados califican la afrenta sufrida, pues para ellos el viejo monstruo es visto como un “signo Sapri-nacional”.  
¿Qué dicen de todo esto en la administración del Saprissa? Orietta Alvarado, gerente comercial del Deportivo Saprissa, se limita a señalar que el proceso de selección de la nueva mascota, realizado en México, incluyó la utilización de niños para determinar cuál era más afín a sus gustos, notándose una preferencia por aquellos parecidos a los personajes de juegos de video o que poseen más tecnología.
Es decir, los encargados de mercadeo del equipo morado tomaron en cuenta a sus futuros clientes, pero dejaron a un lado la opinión del grueso de los aficionados actuales.
Una pifia difícil de entender cuando hablamos de profesionales que -se supone- estudian todas las variables antes de ejecutar cambios significativos que puedan resultar contraproducentes; tales como alterar los colores tradicionales del equipo o reemplazar la mascota que lo identifica.  
No entender la pasión del aficionado y los vínculos emocionales de este con los símbolos externos es un ejemplo de miopía empresarial que bien podría servir como caso  de estudio en los cursos de mercadeo de las universidades.
 “¿Porqué yo hoy tengo que escuchar a la afición si no la tengo en el estadio?” se  queja la gerente de mercadeo Saprissita. La respuesta es obvia. Porque ellos son los clientes, y a los clientes hay que escucharlos.
Lo que sucede es que el jefe tampoco escucha. Peor aún, carece de sensibilidad sobre las diferencias culturales que existen en los países en donde opera sus negocios y hasta de sensibilidad social. Prueba de ello son los dineros que Saprissa le adeuda a la Caja Costarricense de Seguro Social, y cuyo pago debieran reclamar los aficionados con la misma vehemencia con que defienden a su monstruo.  
De momento, los Saprissistas están más que dispuestos a hacerse oír. Habrá que ver si el nuevo y musculoso dragón, o lo que sea, será capaz de de repeler con sus súper poderes la andanada de silbidos que le espera cada vez que salte a la cancha del Ricardo Saprissa.
Y es que, como bien dijo un aficionado: “Saprissa no es un refresco al que le podés cambiar el empaque cuando quieras relanzarlo”. El problema es que, para Jorge Vergara, sí lo es.

domingo, 24 de enero de 2010

El consumo nos consume

En las últimas tres décadas los seres humanos hemos consumido una tercera parte de nuestros recursos naturales.
La mayor parte de este consumo se da en los Estados Unidos en donde un 5% de la población mundial es capaz de devorar el 30% de los recursos mundiales a la vez que genera un porcentaje igual de desechos.
Para tener una mejor idea de lo que ese consumo significa, si el resto del mundo igualara la taza de consumo estadounidense se necesitarían de tres a cinco planetas como la tierra para dar abasto.
Los datos anteriores forman parte de La historia de las cosas (The story of stuff), un corto en video que muestra los costos ambientales y sociales ocultos del actual sistema de producción y consumo.
La película ha sido vista en internet por más de 7 millones de personas en 200 países desde su lanzamiento en diciembre de 2007.
Creada por Annie Leonard, activista experta en temas de sostenibilidad, salud y justicia ambiental, “La historia de las cosas” dibuja con simpleza la estructura de un sistema económico linear basado en la explotación, producción, distribución, consumo y desecho de los bienes fabricados a costa del bienestar de las personas y del planeta que habitamos.
Un modelo articulado por el economista y analista de las ventas Victor Lebow, poco después de la Segunda Guerra Mundial, y en el cual la enorme productividad económica obligaba a hacer del consumo una forma de vida.
Es decir, transformar el acto de comprar y vender en una especie de ritual en donde los consumidores encontraran satisfacción espiritual. En palabras de Lebow la cosas debían ser “consumidas, quemadas, reemplazadas y desechadas a un ritmo nunca antes visto”.
Fue así como nacieron la obsolescencia planificada (productos diseñados para no durar) y la percibida o psicológica (el reemplazo de productos en buen estado por modelos más recientes o porque ya pasaron de moda).
Para ayudarnos a deshacernos de las cosas útiles está la publicidad. Se calcula que en la actualidad vemos más comerciales en un año que la cantidad de comerciales a la que estaban expuestos nuestros abuelos durante toda su vida.
La idea básica es esta: Trabajamos, vemos televisión, miramos los comerciales, compramos lo que no necesitamos y luego trabajamos más para pagar lo que compramos. ¿Divertido verdad?
Pues no tanto. Este ritmo de vida tiene un alto precio, tanto en el plano personal como para nuestro entorno. Como individuos el tiempo para la familia y los amigos es cada vez menor y en muchos casos, ni siquiera para descansar lo suficiente.
De hecho, mucho del tiempo libre es empleado para ver la televisión ¡y comprar!
Para el medio ambiente las consecuencias de este consumo desmedido son nefastas.
Solo un uno por ciento de los bienes adquiridos en los Estados Unidos llega a alcanzar una vida útil de seis meses. El 99 por ciento restante termina en la basura en ese mismo lapso.
¿Existe una solución? ¿Estaremos a tiempo de cambiar el rumbo?  Annie Leonard y miles de adeptos a una nueva escuela de pensamiento basada en los conceptos de equidad y sostenibilidad creen que sí.
Aunque algunos los llaman idealistas y poco realistas, Leonard considera que quienes en verdad están soñando son aquellos que ven como posible continuar haciendo las cosas como hasta ahora.

Su mensaje es: “Recuerden que el viejo camino no ocurrió porque sí. No es como la gravedad, que debemos acostumbrarnos a vivir con ella. La gente la creó. Y nosotros también somos gente. Así que inventemos algo nuevo”.















lunes, 18 de enero de 2010

La otra cara de Wal-Mart

Que Wal-mart eliminara la venta de la revista Soho en sus supermercados en Costa Rica (Más X Menos, Maxibodegas, Hipermás y Palí), supuestamente por ser contraria a los valores familiares que profesa la multinacional, no hace más que poner al descubierto su doble moral e hipocresía.
La corporación de ventas al detalle más grande del mundo se preocupa de que sus clientes no se expongan a las fotografías sugestivas de modelos, pero se hace de la vista gorda ante la avalancha de críticas, cuestionamientos y hasta demandas legales que enfrenta por prácticas empresariales que atentan contra los derechos universales de justicia y equidad de sus trabajadores.
La voracidad de Wal-Mart y su impacto negativo en la economía y el bienestar de sus “asociados”, son temas recurrentes en abundantes artículos y notas periodísticas de los más diversos medios de comunicación, principalmente en los Estados Unidos.
Sobresale el trabajo realizado por cineasta Robert Greenwald “El alto costo del bajo precio", (The high cost of low price) documental que se adentra en las vidas de los trabajadores de Wal-Mart para exponer la realidad que la familia Walton, una de las mas ricas del mundo y  fundadora y propietaria de la compañía, no quiere que nadie vea.
Entre las causas judiciales en contra de Wal-Mart en los Estados Unidos figuran  la vigilancia ilegal de las actividades realizadas por sindicalistas. Según los productores del filme, Wal-Mart también enfrenta causas por abusos salariales en contra de miles de sus empleados en 31 estados distintos.
Por utilizar inmigrantes ilegales para limpiar sus tiendas, la empresa tuvo que pagar 11 millones de dólares para evitar sanciones criminales y también han llegado a los tribunales demandas en su contra por discriminación racial y de género. Nada de lo anterior parece estar en la lista de valores de Wal-Mart. Mucho menos la explotación que sufren los trabajadores de las fábricas en donde se manufacturan los productos que, con tan buenos precios, llegan hasta el consumidor.
El costo de ese precio es devastador. Wendy Qui, empleada de una fábrica de Wal-Mart en China, es un testimonio vivo de la miseria y explotación sobre la cual se erige este gigante comercial. 
Ella, como cientos de miles de obreros más, trabaja como esclava doce horas al día, siete días a la semana. La fábrica no cuenta con las condiciones mínimas para aliviar su ardua tarea. Ni tan siquiera sopla un poco de viento.
A los trabajadores se les instruye para que mientan a los inspectores. Deben decir que trabajan seis días, cuando en realidad son siete. De lo contrario, serán castigados. Y en China, eso no es nada bueno.
Laboran en esas condiciones, por menos de tres dólares al día. Wendy dice que de encontrarse algún día a una dama que acabara de comprar un juguete en Wal-Mart, ella le diría: “Respetable cliente de Wal-Mart, ¿sabe usted por qué puede comprar un juguete tan barato? Eso es porque nosotros, los trabajadores, laboramos día y noche”.
Mientras ensambla juguetes para los niños privilegiados del primer mundo, Wendi Qui también se pregunta por qué tantos trabajan por nada, mientras unos pocos lo tienen todo.
A ella le sorprendería saber que en un pequeño y lejano país tercermundista, en donde el gobierno de su país construye un estadio de futbol, Wal-Mart se niega a venderle a sus clientes una revista con modelos en paños menores. Es que eso no va con los valores que profesa la compañía. ¡Vaya ironía!








domingo, 10 de enero de 2010

¿El menos malo?


Cuando me lo contaron no lo creí. Supuse que se trataba de una broma. Luego confirmé la noticia. Luis Fishman pautó un spot en donde se presenta ante el país como el candidato “menos malo”. Ya es oficial: la publicidad electoral tocó fondo. 
De los creadores de “El súper con alma de ama de casa” nos llega esta joya de la publicidad inversa que pretende vender un candidato a precio de oferta: “lléveselo, mire no está muy bien que digamos, pero es lo mejorcito que tenemos”.
Hasta en eso es publicidad engañosa. Fishman no es “el menos malo”, prueba de ello es que dice serlo. Tampoco veo por ningún lado, ni siquiera en la letra menuda el imprescindible “Aplican restricciones. Ver reglamento en la sede del partido”.
Si así fuera, de seguro diría: “El calificativo de menos malo es con fines ilustrativos. En realidad solo se trata de un truco publicitario para llamar la atención como ya lo hizo Otto con los viejos chingos y Ottón con las marionetas. La imagen del candidato puede ser distinta a la de la foto. Advertencia: El menos malo puede llegar a ser malo de remate sin previo aviso”.
Este vacilón de campaña nos cuesta a los costarricenses miles de millones de colones y aquí no pasa nada. Pero sí pasa. Ocurre que ya estamos perdiendo la capacidad de asombro. Algunos incluso alaban la “creatividad” de estos spots y los hacen ver como  “astutos”. ¡Por Dios!
Esa es la misma razón por la cual en este país bendito se publican por la prensa escrita y televisiva anuncios pagados como si fueran noticia. ¡Por astutos!
Por astutas las tabacaleras engañaron al público durante cincuenta años hasta que la gente se hartó, los demandó y al menos hoy ya admiten que la nicotina es una droga adictiva y que fumar da cáncer.
¿Qué tiene que ver esto con la política? Todo. Es el mismo principio. Es partir del supuesto de que la gente es tonta y eso es lo que se merece. Y lo peor del caso es que muchas veces les damos la razón con nuestra apatía, conformismo e indiferencia. 
Por eso tanta corrupción, por eso tanto engaño y cinismo. Por eso Laura Chinchilla se declara independiente a sabiendas de que no lo es, y si no que lo diga la Defensora de los Habitantes.
Por eso Otto Guevara, el libertario, cuya filosofía una vez el mismo resumió diciendo que para ellos en un bar que cada quien pague por sus cervezas, ahora hasta tiene un jefe de campaña marxista, reclutó a Humberto Arce y hasta se muestra abierto al diálogo con los sindicatos.
Por eso a Ottón no le quedó más remedio que sacar las marionetas y  entonces Fishman  levantó la mano y dijo: “¡hey, yo soy el menos malo!”.  
Por eso muchos ciudadanos no sabemos por quién votar. En medio de la inseguridad ciudadana, con los tentáculos del crimen organizado y el narcotráfico extendiéndose por nuestro territorio, y los consorcios extranjeros frotándose las manos con jugosas concesiones.
Con una brecha entre ricos y pobres cada vez mayor y una guerra abierta contra la naturaleza, algunos quisiéramos tener a quién voltear la mirada sin correr por ello el riesgo de que nos vean con cara de idiotas.
¿El menos malo? No gracias. 



domingo, 3 de enero de 2010

Gaste menos...¡viva más!

Se fue Navidad y llegó la hora de despertar. Atrás quedaron aguinaldo, comilonas y las compras y regalos. Ahora es tiempo de pagar las cuentas. También es, por tradición, el momento de escoger los “buenos propósitos” para este año 2010 que recién comienza.
Con esa idea en mente escogí, como tema para esta primera columna, un artículo publicado el mes pasado en Los Angeles Times, y el cual reporta cómo millones de estadounidenses, debido a la crisis económica, las deudas, o simplemente cansados de comprar por comprar, han decidido cambiar de un estilo de vida dominado por el derroche, a uno más simple y frugal.
Acostumbrados a gastar en demasía, en cosas que en realidad no necesitan,  muchos de estos ciudadanos del norte se percataron de que tener tantos chunches no los hacía más felices.
Ahora están más concentrados en sus familias, amigos, y en hacer sus comprar con mayor cuidado, obviando aquello prescindible y volviendo a la vieja y olvidada práctica del ahorro.
Luego de años de gastos basados en el crédito fácil, los consumidores estadounidenses están intentando salir del hoyo financiero en que cayeron al comprar en “cómodas cuotas mensuales”, que al final les representa muchísimas horas de arduo trabajo, traducido esto en menos tiempo para compartir con sus seres queridos y menos tiempo para sí mismos.
Tanto impacto ha tenido el consumo desmedido que incluso se han formado grupos de apoyo para que sus miembros se ayuden mutuamente a mantenerse alejados del mall y a  cumplir su meta de salir cuanto antes de la trampa financiera que los ahoga.
Según su testimonio, hubo que tocar fondo para darse cuenta que el estilo de vida que llevaban no era sostenible y que gastar les daba una vida a corto plazo cuya satisfacción era tan corta como el placer que se produce al comer un chocolate.
Susan Kessler, una diseñadora gráfica californiana es ahora conocida por su blog con consejos para sacar provecho de las cosas con menos dinero. Antes de la crisis ella gastaba sin preocupación y frecuentaba restaurantes caros. 
Ella admite que aquella forma de actuar era la respuesta a una sociedad que invita a consumir sin pensar. “Eres parte de una cultura que dice 'Me gusta ese vestido. Voy a comprarlo. Y luego me voy de vacaciones, y luego voy a comprar algo más' " (…) "Me di cuenta de que ese estilo de vida es muy insatisfactorio”.  
Otros casos, como el de Rosalyn Hoffman, no obedecen a la crisis económica. Ella simplemente se hastió del exceso de cosas materiales que poseía y se deshizo de todo aquello que en realidad no necesitaba. Hoffman cree que estos tiempos de crisis pueden servir para detenerse, dar un paso atrás, y tomarse un respiro.
A otros consumidores la conexión mental entre cuánto hay que trabajar para ganarse el dinero y lo fácil que es gastarlo les ha servido para ser más cuidadosos con sus hábitos de compra.
Quizás el 2009 sea el año en que muchas más personas se decidan a consumir menos, y vivir más. Para bien propio, de sus familias y, por qué no, de todo el planeta.